martes, 15 de septiembre de 2020

Las sirenas del Nahuel Huapí

En 1893, durante una de sus excursiones a la Patagonia argentina, Francisco P. Moreno observó correr a dos indias hacia el interior del Nahuel Huapí. Sostuvo la mirada sobre sus jóvenes cuerpos, con estupor, cuando éstos se sumergieron como sirenas en las entrañas del lago. Como no las vio salir por horas, acudió al cacique Quichahuala para pedir permiso de acceder al lugar y estudiar qué había ocurrido con ellas. Concedida la entrada, a través de sobornos que procuraban al jefe de la tribu recuperar unos caballos injustamente confiscados, la travesía comenzó. Moreno describió en sus cuadernos, con extensa admiración, la magnífica belleza del lugar y la riqueza de muestras que de allí extraería para poblar, años después, su museo. Pero de esta preciada andanza se llevó también disgustos. Descubrió que, cansados los indios de perder a sus hijas en manos de hombres blancos que se hacían llamar exploradores de flora, fauna y de los últimos vestigios de una raza humana ya casi agotada, les cargaban piedras en sus vestiduras y las hacían correr hacia el Nahuel Huapí. El curandero de la tribu las bendecía antes de partir, augurándoles una mejor vida de la que llevarían aquí. Pero a esto Moreno decidió omitirlo de los cuadernos. En lugar de ello, describió como una locura perversa el amor que los salvajes sentían hacia aquel espejo de agua helada, en el que tantas almas lloraron su desdicha, fruto de la condición de una raza primitiva, ya casi extinta… ya casi olvidada.

3 comentarios: