Baila sobre la pendiente de los techos
una furia convertida en lágrimas,
se revuelca sobre la superficie
grita, gime y golpea extasiada.
Busca inundar todo
bajo un espeso bloque
de humedad,
renuncia al silencio
renuncia a la imposibilidad,
no sabe estar sola
ni en un único lugar.
Y como no puede
batallar contra la muerte,
en términos de infinidad,
siempre deja la marca
por dónde regresar
tantas veces haga falta
hasta llenar el vacío
y convertirlo en oscuridad.
Dicen que el ojo de Dios
todo lo observa
pero yo creo
que de ver tanta miseria
de vez en cuando se cierra
y se pone a llorar.