martes, 19 de enero de 2021

Veintidós

Hubo una semilla que tardó veintidós años en brotar hacia la superficie. Inundó de angustia y ausencia el camino de un viejo curandero. Absorbió sus propias raíces, hundió su tallo en la tierra, enroscó sus espinas entre los rostros de aquellos Otros. Así, Otros con mayúscula. Los Otros que desaparecieron hace tiempo, los que ya estaban enterrados.
Hubo una semilla que reconoció asustada las huellas que caminaban encima de ella. La que intentó extenderse pese al bloque de tierra compacta que la empujaba hacia la oscuridad. La que soportó tempestades diversas, temores profundos, ira contenida. Fue sembrada bajo el calor de enero y regada con esperanza, recibió amor y deseo, pero tardó veintidós años en brotar.

El curandero que la sembró se fue de allí hace años. Agarró sus medicinas, sus pociones, sus rezos. No tenía más tiempo para ella, por más que quisiera, ya estaba muy viejo.

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