Escuchar es una hermosa forma de hacerse consciente del acecho a una misma, del rapto de confianza, del temor al castigo y al rechazo. Una hermosa forma de hacerse cargo de la asfixia, de los roces incómodos, de los nervios acerbos, del temblor incontrolable en el pecho. Escuchar, a los otros y a una misma, puede implicar sentirse fría de a ratos, rígida y dubitativa al mismo tiempo. Ralentiza los temores, los satura dentro del cuerpo, transforma todas las expectativas que creíamos insostenibles y exacerbadas. Escuchar sin apuro y callar con paciencia. Una hermosa forma, diría casi poética, de percibir las trampas que nos ponemos a nosotras mismas.
La peor condena, la propia, solo nos libera cuando aprendemos a escuchar.
Paso por aquí a pedir mas publicaciones, Gracias.
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