jueves, 23 de julio de 2020

Los objetos


En la ausencia recurrimos a objetos: los buscamos incansablemente hasta hallarlos. Hurgamos entre la arena que se escurre con las voces, los rostros, los momentos compartidos, las anécdotas. Rasguñamos las superficies hasta sangrar, descolgamos los marcos, deshojamos los libros, vaciamos el ropero, guardamos el perfume, los juguetes, las cartas. Anhelamos encontrar en ese pedazo de materia, aparentemente inerte, algo con vida. Una canción, algún mimo de la infancia, una aventura, una despedida, la última sonrisa, el último beso, palabras. Algo que nos acerque a lo que no está, lo que no es, lo que no será, lo que pudo ser. Recorremos con nuestros dedos lomos de viejos muebles, algún lugar en la mesa, portarretratos, medallas, títulos, trofeos, prendas de ropa, sortijas. Ansiamos con cada milímetro de nuestro nostálgico cuerpo un choque de energía, enredar nuestras manos en los cabellos de algún ángel, sumergir los brazos en viscosos vestigios de un pasado feliz. Efímero, tan efímero. Acercamos los objetos a nuestro cuerpo, labios, frente, pecho. Los apretamos fuertemente, les hablamos, lloramos sobre ellos, en ellos, a través de ellos. Los hay quienes rezan. Otros se enojan, blasfeman y se culpan inútilmente. Las pérdidas son duras y los objetos que nos las recuerdan también lo son. Pero hay incluso algo más doloroso
y es no tener ninguno.

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